—... a nadie se le ocurrirá que sólo quiso volar, como antes.
—Pero mamá, es un cuento muy triste.
—Sí, hija, pero es la vida. Y la vida no siempre es bonita.
—¿Crees que cuando papá vuelva de sus viajes me contará historias como esta?
—Seguro que sí, Ana. Seguro que sí.
Arropó a la niña y dejó caer una última lágrima sobre su mejilla, la historia ya estaba contada y volaba bajo el eterno viaje de su marido. Ahora sólo quedaba quitarle el disfraz de cuento.
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