DÉJAME MARCHAR (Capítulo IV)


-¿Con quién está?



-Con cuatro amigos. No parecen mala gente.



Salieron del bar y vimos como se despedían con un abrazo entre ellos. El padre de Jack comenzó a caminar en dirección al bosque con uno de los hombres.



-Es el señor Johnson- Me dijo Jack - vive bastante lejos de aquí, cerca de Massachusses, debe ser un día especial, no suele venir mucho...



Seguimos observando hasta que perdimos las sombras en el horizonte. Jack arrancó el coche y empezamos a seguirles cuidadosamente.



Eran las siete y empezaba a oscurecer. El padre de Jack y el señor Johnson se adentraban lentamente en el bosque, 
parecían tener un destino premeditado.



El bosque quedaba a unos 300 metros del bar. Era un bosque bastante solitario, apenas iba gente de día, así que de noche iba a estar aún más abandonado. Se podía entrar con el coche, pero si queríamos seguirles sin que se enteraran, era más conveniente aparcar el coche y seguir caminando entre los matorrales.



Aparcamos cerca de un solar abandonado que conducía a través de una valla al bosque.



-Cuidado, se están adentrando aún más en el bosque, hemos de seguirles sin hacer ruido, por los matorrales, si nos descubren nos meteremos en un gran marrón.



Seguimos avanzando sigilosamente evitando ramas y plantas silvestres por el camino.



-Se han parado. ¡Hay alguien más! ¡Asómate! ¿Los conoces?



-No, nunca les había visto. No me gustan esos tipos.



De pronto, el padre de Jack sacó algo del bolsillo de su cazadora y se lo entregó a uno de los hombres. Los hombres lucían robustos, probablemente debían ser intermediarios de alguien más importante. Llevaban gafas de sol y un traje negro. Daban miedo. Si no fuera por la distancia a la que nos encontrábamos, habría jurado que llevaban una pistola en el bolsillo.



Seguíamos tras los matorrales escuchando la conversación:



-Ahí tienes, 100 gramos. ¿Y el dinero?



El hombre más robusto sacó del bolsillo un fajo de billetes.



-Cuéntalo.



-Está bien, un placer hacer negocios con el señor Stewart, envíenle un saludo de mi parte.



Me acerqué a la oreja de Jack y le dije:



-¿Hacemos algo?



No recibí respuesta, Adam estaba muy afectado, cabizbajo. Los hombres se dirigieron a sus respectivos caminos de vuelta.



-Vámonos, por el camino hablamos del tema.



-Hemos de entrar por el párking a dejarle el coche a mi vecino.



-No problem.



Cogimos el camino hacia el coche cuando dejamos de oír rastro de las personas.



Llegamos al coche y Jack encendió el motor, al mismo tiempo que el aire acondicionado, era casi de noche, pero seguía haciendo calor. Yo seguía preguntándome como el padre de Jack llevaba la cazadora, su vieja cazadora.



-¿Qué hacemos?



-Hablar con él, pero te quiero conmigo, no me atrevo a recriminarle algo. ¿Y si tiene alguna pistola? Ya no me fío Adam...



Llegamos a casa ya de noche. El padre de Jack estaba sentado en el sofá, con los pies estirados encima de la mesa, delante de la televisión. En la mesa estaba el fajo de billetes que habíamos visto antes. Aún no se había cambiado, llevaba la cazadora.



-Buenas noches, ¿no? ¿Cómo os ha ido?



-Papá, ¿de dónde sale todo este dinero? -dijo Jack al mismo tiempo que cogía el fajo.



-Hijo, he sido agraciado con la suerte del Póker. Subo a ponerme el pijama.



Mientras escuchaba en tensión la conversación padre-hijo. Me entraron ganas de ir al baño.



-Yo subo al baño.



Subí las escaleras mientras oía a Jack caminar de un lado a otro, suspirando.



Bajé la tapa y tiré de la cadena. Escuche un ruido de cajones en la habitación de al lado. Salí silenciosamente y me asomé por el hueco que dejaba la cerradura para meter la llave.



Tragué saliva. No podía ser. No podía haber visto eso. Volví a asomarme a través del agujero y lo volví a ver. El padre de Jack estaba en camiseta interior, sin su cazadora, cazadora que ocultaba algo, algo que difícilmente iba a dejarme indiferente. Tenía los brazos blancos, y a la altura del codo, tenía manchas de sangre, marcas de aguja, en cada uno de los brazos. No me lo podía creer. Vi como cerraba los cajones de nuevo, y bajé apurado a hablar con Jack.



-Tengo que contarte algo.



-¿Funciona mal el baño? Puede ser, últimamente hay mu...



Interrumpí a Jack con mis palabras.



-Tu padre se pincha.



-No puede ser...¿cómo lo sabes?



La cara de Jack empezó a cambiar, su padre empezaba a bajar las escaleras. Jack cogió un cigarro de la cajetilla de su padre y empezó a fumárselo:



-Papá, ¿qué lleva este cigarro? Huele a marihuana.



-¿Qué haces con eso? Déjalos – Le dijo el señor Taylor a Jack al mismo tiempo que le quitaba el cigarro de la mano.- Son de Lewis, me ha pedido que se los guarde.



Empezaba a notar nervioso al señor Taylor. Jack tenía una mirada maliciosa, le brillaban los ojos, la rabia, la impotencia se estaban apoderando de él.



-¿Por qué no los guarda él?



-Su mujer no quiere que lo sepa.



Jack seguía hurgando en la llaga con insistencia:



-Espero que no hayas probado ninguno, eso es droga. ¿Sabes de dónde la saca?



-No lo sé. Qué es esto, ¿un interrogatorio?



Jack apartó la mirada de su padre y me miró a mí. Entendí que era hora de ir a su habitación. El padre de Jack tenía el puño cerrado. Apreciaba la rabia que paseaba por el cuerpo de Jack, la impotencia. Seguía caminando cabizbajo y yo intentaba cruzarme con su mirada.



Nos sentamos cada uno en una cama, ambos mirando el techo, pensando. No habíamos cenado, pero tampoco el cuerpo me lo pedía, estaba más bien acostumbrado.



-Pongo la mano en el fuego a que sospecha que sabemos sus cosas- dije rompiendo el silencio.



-Voy a estar atento a su móvil, a ver si recibe más encargos del tal Stewart. Otras veces ya he visto fajos de billetes por casa. Deben ser más que habituales sus visitas.






***





La noche fue tranquila, no salimos de la habitación para cenar, no teníamos apetito. Decidimos irnos pronto a la cama, y a la mañana siguiente seguir hablando.



Al despertar, pensamos en ir a desayunar al bar. El padre de Jack ya estaba levantado. Le saludamos y nos dirigimos hacia la puerta.



Hacía calor pero corría una agradable brisa matinal.


-Conduzco yo – me dijo Adam



-Mierda, me he dejado la cartera en la habitación.



-Tranquilo, invito yo.



-Aún así he de cogerlo, luego ya me marcho para mi casa.



-Ten las llaves.



Me acerqué para abrir la puerta cuando escuché al padre de Jack.



-Páseme con el señor Stewart. ¿Cómo que no puede? ¡Pues dígale de mi parte, que el negocio se cierra, que me están empezando a descubrir y paso de jugarme a mi familia por un par de dólares!



Di la vuelta a la casa y me quedé en la ventana, desde dónde podía seguir escuchando la conversación.



-¿Qué no puedo dejar de suministrarle? Eso lo dirá él, yo tomo las decisiones.



De repente escuché un suspiro.



-Está bien, la última entrega, este martes, donde siempre, hora de siempre. ¿Todo lo que tenga? De acuerdo, la confidencialidad de siempre. Mándele un saludo al señor Stewart.



Tras haber estado fisgando desde fuera de la casa, me repensé lo de entrar a por las cosas y me dirigí hacia el coche.



-Tu padre sabe que estamos al tanto del tema de la droga. Ha quedado el martes para hacer su última entrega, podemos hacernos pasar por drogadictos y preguntar a esos dos tipejos de donde saca la droga tu padre.



-Puede ser peligroso.



-Tú me metiste en esto.



-Tienes razón. Esta noche hablaré con mi padre.



-No, deja que se enfríe el tema. El martes averiguaremos más.

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