-¿Con
quién está?
-Con
cuatro amigos. No parecen mala gente.
Salieron
del bar y vimos como se despedían con un abrazo entre ellos. El
padre de Jack comenzó a caminar en dirección al bosque con uno de
los hombres.
-Es
el señor Johnson- Me dijo Jack - vive bastante lejos de aquí, cerca
de Massachusses, debe ser un día especial, no suele venir mucho...
Seguimos
observando hasta que perdimos las sombras en el horizonte. Jack
arrancó el coche y empezamos a seguirles cuidadosamente.
Eran
las siete y empezaba a oscurecer. El padre de Jack y el señor
Johnson se adentraban lentamente en el bosque,
parecían tener un
destino premeditado.
El
bosque quedaba a unos 300 metros del bar. Era un bosque bastante
solitario, apenas iba gente de día, así que de noche iba a estar
aún más abandonado. Se podía entrar con el coche, pero si
queríamos seguirles sin que se enteraran, era más conveniente
aparcar el coche y seguir caminando entre los matorrales.
Aparcamos
cerca de un solar abandonado que conducía a través de una valla al
bosque.
-Cuidado,
se están adentrando aún más en el bosque, hemos de seguirles sin
hacer ruido, por los matorrales, si nos descubren nos meteremos en un
gran marrón.
Seguimos
avanzando sigilosamente evitando ramas y plantas silvestres por el
camino.
-Se
han parado. ¡Hay alguien más! ¡Asómate! ¿Los conoces?
-No,
nunca les había visto. No me gustan esos tipos.
De
pronto, el padre de Jack sacó algo del bolsillo de su cazadora y se
lo entregó a uno de los hombres. Los hombres lucían robustos,
probablemente debían ser intermediarios de alguien más importante.
Llevaban gafas de sol y un traje negro. Daban miedo. Si no fuera por
la distancia a la que nos encontrábamos, habría jurado que llevaban
una pistola en el bolsillo.
Seguíamos
tras los matorrales escuchando la conversación:
-Ahí
tienes, 100 gramos. ¿Y el dinero?
El
hombre más robusto sacó del bolsillo un fajo de billetes.
-Cuéntalo.
-Está
bien, un placer hacer negocios con el señor Stewart, envíenle un
saludo de mi parte.
Me
acerqué a la oreja de Jack y le dije:
-¿Hacemos
algo?
No
recibí respuesta, Adam estaba muy afectado, cabizbajo. Los hombres
se dirigieron a sus respectivos caminos de vuelta.
-Vámonos,
por el camino hablamos del tema.
-Hemos
de entrar por el párking a dejarle el coche a mi vecino.
-No
problem.
Cogimos
el camino hacia el coche cuando dejamos de oír rastro de las
personas.
Llegamos
al coche y Jack encendió el motor, al mismo tiempo que el aire
acondicionado, era casi de noche, pero seguía haciendo calor. Yo
seguía preguntándome como el padre de Jack llevaba la cazadora, su
vieja cazadora.
-¿Qué
hacemos?
-Hablar
con él, pero te quiero conmigo, no me atrevo a recriminarle algo. ¿Y
si tiene alguna pistola? Ya no me fío Adam...
Llegamos
a casa ya de noche. El padre de Jack estaba sentado en el sofá, con
los pies estirados encima de la mesa, delante de la televisión. En
la mesa estaba el fajo de billetes que habíamos visto antes. Aún no
se había cambiado, llevaba la cazadora.
-Buenas noches, ¿no? ¿Cómo os ha ido?
-Papá,
¿de dónde sale todo este dinero? -dijo Jack al mismo tiempo que
cogía el fajo.
-Hijo,
he sido agraciado con la suerte del Póker. Subo a ponerme el pijama.
Mientras
escuchaba en tensión la conversación padre-hijo. Me entraron ganas
de ir al baño.
-Yo
subo al baño.
Subí
las escaleras mientras oía a Jack caminar de un lado a otro,
suspirando.
Bajé
la tapa y tiré de la cadena. Escuche un ruido de cajones en la
habitación de al lado. Salí silenciosamente y me asomé por el
hueco que dejaba la cerradura para meter la llave.
Tragué
saliva. No podía ser. No podía haber visto eso. Volví a asomarme a
través del agujero y lo volví a ver. El padre de Jack estaba en
camiseta interior, sin su cazadora, cazadora que ocultaba algo, algo
que difícilmente iba a dejarme indiferente. Tenía los brazos
blancos, y a la altura del codo, tenía manchas de sangre, marcas de
aguja, en cada uno de los brazos. No me lo podía creer. Vi como
cerraba los cajones de nuevo, y bajé apurado a hablar con Jack.
-Tengo
que contarte algo.
-¿Funciona
mal el baño? Puede ser, últimamente hay mu...
Interrumpí
a Jack con mis palabras.
-Tu
padre se pincha.
-No
puede ser...¿cómo lo sabes?
La
cara de Jack empezó a cambiar, su padre empezaba a bajar las
escaleras. Jack cogió un cigarro de la cajetilla de su padre y
empezó a fumárselo:
-Papá,
¿qué lleva este cigarro? Huele a marihuana.
-¿Qué
haces con eso? Déjalos – Le dijo el señor Taylor a Jack al mismo
tiempo que le quitaba el cigarro de la mano.- Son de Lewis, me ha
pedido que se los guarde.
Empezaba
a notar nervioso al señor Taylor. Jack tenía una mirada maliciosa,
le brillaban los ojos, la rabia, la impotencia se estaban apoderando
de él.
-¿Por
qué no los guarda él?
-Su
mujer no quiere que lo sepa.
Jack
seguía hurgando en la llaga con insistencia:
-Espero
que no hayas probado ninguno, eso es droga. ¿Sabes de dónde la
saca?
-No
lo sé. Qué es esto, ¿un interrogatorio?
Jack
apartó la mirada de su padre y me miró a mí. Entendí que era hora
de ir a su habitación. El padre de Jack tenía el puño cerrado.
Apreciaba la rabia que paseaba por el cuerpo de Jack, la impotencia.
Seguía caminando cabizbajo y yo intentaba cruzarme con su mirada.
Nos
sentamos cada uno en una cama, ambos mirando el techo, pensando. No
habíamos cenado, pero tampoco el cuerpo me lo pedía, estaba más
bien acostumbrado.
-Pongo
la mano en el fuego a que sospecha que sabemos sus cosas- dije
rompiendo el silencio.
-Voy
a estar atento a su móvil, a ver si recibe más encargos del tal
Stewart. Otras veces ya he visto fajos de billetes por casa. Deben
ser más que habituales sus visitas.
***
La
noche fue tranquila, no salimos de la habitación para cenar, no
teníamos apetito. Decidimos irnos pronto a la cama, y a la mañana
siguiente seguir hablando.
Al
despertar, pensamos en ir a desayunar al bar. El padre de Jack ya
estaba levantado. Le saludamos y nos dirigimos hacia la puerta.
Hacía
calor pero corría una agradable brisa matinal.
-Conduzco
yo – me dijo Adam
-Mierda,
me he dejado la cartera en la habitación.
-Tranquilo,
invito yo.
-Aún
así he de cogerlo, luego ya me marcho para mi casa.
-Ten
las llaves.
Me
acerqué para abrir la puerta cuando escuché al padre de Jack.
-Páseme
con el señor Stewart. ¿Cómo que no puede? ¡Pues dígale de mi
parte, que el negocio se cierra, que me están empezando a descubrir
y paso de jugarme a mi familia por un par de dólares!
Di
la vuelta a la casa y me quedé en la ventana, desde dónde podía
seguir escuchando la conversación.
-¿Qué
no puedo dejar de suministrarle? Eso lo dirá él, yo tomo las
decisiones.
De
repente escuché un suspiro.
-Está
bien, la última entrega, este martes, donde siempre, hora de
siempre. ¿Todo lo que tenga? De acuerdo, la confidencialidad de
siempre. Mándele un saludo al señor Stewart.
Tras
haber estado fisgando desde fuera de la casa, me repensé lo de
entrar a por las cosas y me dirigí hacia el coche.
-Tu
padre sabe que estamos al tanto del tema de la droga. Ha quedado el
martes para hacer su última entrega, podemos hacernos pasar por
drogadictos y preguntar a esos dos tipejos de donde saca la droga tu
padre.
-Puede
ser peligroso.
-Tú
me metiste en esto.
-Tienes
razón. Esta noche hablaré con mi padre.
-No,
deja que se enfríe el tema. El martes averiguaremos más.
Me tiene intrigado por ver como termina... seguiré leyéndote ;)
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