DÉJAME MARCHAR (Capítulo VI)


Desperté y me encontré a Laura a mi lado riéndose, junto al hombre que antes había visto en la cama. No sabía que decir.



-Laura, ¿qué ha pasado?



Seguía riéndose y mirándome.



-¿Recuerdas cuando me gastaste el año pasado la broma de que te habían secuestrado? ¿Recuerdas el disgusto que me provocaste?



-Ja, ja, ja, sí, para olvidarlo, ja, ja, ja, como me pude reír.



-Pues lo mismo, te la tenía que devolver, y mira que creía que no te lo ibas a creer, porque mira la ''sangre''.- me dijo al tiempo que señalaba la camisa del hombre.



-Pues has conseguido darme un buen susto - dije aliviado.



-He estado dudando de si hacerlo o no, pero como no me has llamado este finde, me he decidido – me dijo con tono resignado y burlón.



-Lo pensé, pero no tuve tiempo...sabes que te quiero...



-No me sirve pero bueno... Josh, ya te puedes ir, muchas gracias, mándale un saludo al jefe.



La empresa ''Jokes & more'' la llevaban unos amigos nuestros, una pareja que conocimos en una fiesta y luego seguimos quedando más adelante. Acabamos haciéndonos amigos y de vez en cuando quedábamos para tomar algo. El año pasado concerté la broma del secuestro para Laura. Salió todo sobre ruedas, secuestradores falsos, números falsos, armas falsas... me quedé muy sorprendido con la calidad del servicio, aunque la verdad, es que eran bromas duras pero, de escasa duración, ya que tampoco se necesitaba matar a la ''víctima'' del susto. Y ahora Laura me la había devuelto.




-Aún así, te sigo queriendo. - le dije a Laura al mismo tiempo que le besaba.



-¿Cómo han ido las conferencias?



-Bien, algunas bastante aburridas, la verdad. Pero en general bien. ¿Tú has sobrevivido sin mí?



-Te he echado un poco de menos, pero una paz que ni te imaginas...



-Ja, ja, ja. Subo a dormir, ¿vienes?



-Sí, ves preparándote para mí... - me dijo al mismo tiempo que me guiñaba el ojo.



Le di un beso y subí a la habitación.










***










La oficina estaba tranquila cuando llegué, eran las siete y cuarto y solo estaba el Director Financiero.




-Buenos días, señor.



Lucía un traje negro, cuyo precio seguramente rondaría los 3000 euros. Alto poder adquisitivo, sin duda.



Trabajaba en un edificio en plena Newbury Street, una de las calles más transitadas de Boston. Me gustaba el sitio donde trabajaba, ya que desde la décimo séptima planta, donde trabajaba, podía ver el mar. Sufría un poco de vértigo, pero con el tiempo y evitando miradas donde no debía, no me ocasionaba problemas. Los mayores problemas venían con la compañía de ascensores. No había mes en el que no hubiera avería en alguno de los dos ascensores, era insufrible subir a las ocho de la mañana los más de 600 escalones que me llevaban a la planta 17, como para los demás trabajadores.



''-Te habrá venido bien hacer ese ejercicio''- me decía siempre Laura cuando le contaba las aventuras con el ascensor.



Desde que había empezado a trabajar en Sharp, apenas había tenido tiempo para hacer deporte. De vez en cuando iba a jugar a tenis con amigos de la Universidad y incluso con algún vecino. Me encantaba el fútbol pero había tenido que dejarlo de jovencito por un problema en la rodilla, la maldita rodilla.



Aún recuerdo el partido en el que me la lesioné, minuto setenta de partido, balón dividido, y yo, como mediocentro, luché por él, me tiré al suelo para llegar antes que el contrario y ''crack'', algo había fallado en mi rodilla, me dolía muchísimo, lloraba de rabia, de dolor. Las pruebas determinaron una grave lesión que me llevaría 6 meses en muletas, así que, con 19 años, decidí prestar más atención a los estudios que al fútbol. Y aquí estaba, trabajando en Boston.



De vez en cuando, según la época, la rodilla me dolía al jugar a tenis, y me obligaba a abandonar la práctica por un tiempo, ya que no quería forzarla más.




Entré en mi despacho y empecé a ordenar papeles. De pronto, entró la señorita Lingaard.



-Buenos días, Adam.





Robin era mi secretaria desde hacía unas meses. Joven, atractiva, inteligente, simpática, servicial... solo podía deshacerme en elogios hacia ella.



Laura no le tenía mucho cariño a Robin. ¿Celos? Según ella no, pero lo de que pasáramos tantas horas en el mismo despacho no le hacía ni pizca de gracia.



La verdad es que alguna vez había notado atracción con Robin, es más, alguna vez me había ofrecido ir a cenar, pero no podía aceptar por Laura.





-Buenos días Robin, llegas muy pronto hoy, ¿no?




-Sí, la verdad... me he despertado antes y estando sola en casa la verdad es que prefería venir aquí.



-Ja, ja, ja, me alegro de tu presencia.




Robin había dejado a su novio hace 4 meses tras 5 años juntos, no recuerdo el motivo, pero ya no había nada de amor entre ellos, así que fue la mejor, según Robin. Y ahora estaba sola, demasiado sola.



-El bus venía lleno, y mira que hora es... - Me dijo Robin.



-El coche es lo más cómodo.



-Lo sé, ojalá tuviera uno...



Dejó su bolso encima de la mesa y empezó a buscar algo en él. Algo iba mal dada su cara de circunstancias.



-¡Mierda! ¡Me he dejado los papeles en casa! Se los tenía que entregar al director... Madre mía... que marrón, llegaré a las nueve aquí como mínimo con el bus... me 
va a matar...



Daba vueltas por todo el despacho preparándose para irse. Cuando de pronto:




-Robin, puedo acercarte yo... si quieres.



No había usado el tono adecuado, quizás demasiado picarón. Se giró y me sonrió:



-¿De verdad?


-Sí, venga vamos.



Bajamos juntos en el ascensor, que funcionaba, y empecé a sentir que me estaba metiendo en un lío. Mis pensamientos no iban precisamente hacia Laura, al contrario. Pero no, yo quería a Laura, nunca le sería infiel, nos casaríamos en poco tiempo. El deseo carnal me invadía pero no. No, no y no. Acompañaría a Robin y no pasaría nada. Era suficientemente maduro para resistir a la tentación. ¿O tal vez no?



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