Desperté
y me encontré a Laura a mi lado riéndose, junto al hombre que antes
había visto en la cama. No sabía que decir.
-Laura,
¿qué ha pasado?
Seguía
riéndose y mirándome.
-¿Recuerdas
cuando me gastaste el año pasado la broma de que te habían
secuestrado? ¿Recuerdas el disgusto que me provocaste?
-Ja,
ja, ja, sí, para olvidarlo, ja, ja, ja, como me pude reír.
-Pues
lo mismo, te la tenía que devolver, y mira que creía que no te lo
ibas a creer, porque mira la ''sangre''.- me dijo al tiempo que
señalaba la camisa del hombre.
-Pues
has conseguido darme un buen susto - dije aliviado.
-He
estado dudando de si hacerlo o no, pero como no me has llamado este
finde, me he decidido – me dijo con tono resignado y burlón.
-Lo
pensé, pero no tuve tiempo...sabes que te quiero...
-No
me sirve pero bueno... Josh, ya te puedes ir, muchas gracias, mándale
un saludo al jefe.
La
empresa ''Jokes & more'' la llevaban unos amigos nuestros, una
pareja que conocimos en una fiesta y luego seguimos quedando más
adelante. Acabamos haciéndonos amigos y de vez en cuando quedábamos
para tomar algo. El año pasado concerté la broma del secuestro para
Laura. Salió todo sobre ruedas, secuestradores falsos, números
falsos, armas falsas... me quedé muy sorprendido con la calidad del
servicio, aunque la verdad, es que eran bromas duras pero, de escasa
duración, ya que tampoco se necesitaba matar a la ''víctima'' del
susto. Y ahora Laura me la había devuelto.
-Aún
así, te sigo queriendo. - le dije a Laura al mismo tiempo que le
besaba.
-¿Cómo
han ido las conferencias?
-Bien,
algunas bastante aburridas, la verdad. Pero en general bien. ¿Tú
has sobrevivido sin mí?
-Te
he echado un poco de menos, pero una paz que ni te imaginas...
-Ja,
ja, ja. Subo a dormir, ¿vienes?
-Sí,
ves preparándote para mí... - me dijo al mismo tiempo que me
guiñaba el ojo.
Le
di un beso y subí a la habitación.
***
La
oficina estaba tranquila cuando llegué, eran las siete y cuarto y
solo estaba el Director Financiero.
-Buenos
días, señor.
Lucía
un traje negro, cuyo precio seguramente rondaría los 3000 euros.
Alto poder adquisitivo, sin duda.
Trabajaba
en un edificio en plena Newbury Street, una de las calles más
transitadas de Boston. Me gustaba el sitio donde trabajaba, ya que
desde la décimo séptima planta, donde trabajaba, podía ver el mar.
Sufría un poco de vértigo, pero con el tiempo y evitando miradas
donde no debía, no me ocasionaba problemas. Los mayores problemas
venían con la compañía de ascensores. No había mes en el que no
hubiera avería en alguno de los dos ascensores, era insufrible subir
a las ocho de la mañana los más de 600 escalones que me llevaban a
la planta 17, como para los demás trabajadores.
''-Te
habrá venido bien hacer ese ejercicio''- me decía siempre Laura
cuando le contaba las aventuras con el ascensor.
Desde
que había empezado a trabajar en Sharp, apenas había tenido tiempo
para hacer deporte. De vez en cuando iba a jugar a tenis con amigos
de la Universidad y incluso con algún vecino. Me encantaba el fútbol
pero había tenido que dejarlo de jovencito por un problema en la
rodilla, la maldita rodilla.
Aún
recuerdo el partido en el que me la lesioné, minuto setenta de
partido, balón dividido, y yo, como mediocentro, luché por él, me
tiré al suelo para llegar antes que el contrario y ''crack'', algo
había fallado en mi rodilla, me dolía muchísimo, lloraba de rabia,
de dolor. Las pruebas determinaron una grave lesión que me llevaría
6 meses en muletas, así que, con 19 años, decidí prestar más
atención a los estudios que al fútbol. Y aquí estaba, trabajando
en Boston.
De
vez en cuando, según la época, la rodilla me dolía al jugar a
tenis, y me obligaba a abandonar la práctica por un tiempo, ya que
no quería forzarla más.
Entré
en mi despacho y empecé a ordenar papeles. De pronto, entró la
señorita Lingaard.
-Buenos
días, Adam.
Robin
era mi secretaria desde hacía unas meses. Joven, atractiva,
inteligente, simpática, servicial... solo podía deshacerme en
elogios hacia ella.
Laura
no le tenía mucho cariño a Robin. ¿Celos? Según ella no, pero lo
de que pasáramos tantas horas en el mismo despacho no le hacía ni
pizca de gracia.
La
verdad es que alguna vez había notado atracción con Robin, es más,
alguna vez me había ofrecido ir a cenar, pero no podía aceptar por
Laura.
-Buenos
días Robin, llegas muy pronto hoy, ¿no?
-Sí,
la verdad... me he despertado antes y estando sola en casa la verdad
es que prefería venir aquí.
-Ja,
ja, ja, me alegro de tu presencia.
Robin
había dejado a su novio hace 4 meses tras 5 años juntos, no
recuerdo el motivo, pero ya no había nada de amor entre ellos, así
que fue la mejor, según Robin. Y ahora estaba sola, demasiado sola.
-El
bus venía lleno, y mira que hora es... - Me dijo Robin.
-El
coche es lo más cómodo.
-Lo
sé, ojalá tuviera uno...
Dejó
su bolso encima de la mesa y empezó a buscar algo en él. Algo iba
mal dada su cara de circunstancias.
-¡Mierda!
¡Me he dejado los papeles en casa! Se los tenía que entregar al
director... Madre mía... que marrón, llegaré a las nueve aquí
como mínimo con el bus... me
va a matar...
Daba
vueltas por todo el despacho preparándose para irse. Cuando de
pronto:
-Robin,
puedo acercarte yo... si quieres.
No
había usado el tono adecuado, quizás demasiado picarón. Se giró y
me sonrió:
-¿De
verdad?
-Sí,
venga vamos.
Bajamos
juntos en el ascensor, que funcionaba, y empecé a sentir que me
estaba metiendo en un lío. Mis pensamientos no iban precisamente
hacia Laura, al contrario. Pero no, yo quería a Laura, nunca le sería infiel, nos casaríamos en poco tiempo. El deseo carnal me invadía pero no. No, no y no. Acompañaría a
Robin y no pasaría nada. Era suficientemente maduro para resistir a
la tentación. ¿O tal vez no?
Se los va a poner, que cabron! XD
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