Nuestro secreto

-Quizás altere un par de detalles de la historia. No recuerdo al milímetro como sucedió pero de lo que no cabe duda es que esta historia perdurará siempre en nuestra memoria, ¿verdad que sí, mi amor?

-Papá, ¡no empieces con lo de siempre! Llevas dos semanas diciéndonos que nos contarías la historia así que ahora que estamos todos, ¡cuéntala de una vez!

-Cómo se nota que ha heredado tu carácter, ¡ja ja ja!

-¡Oye! ¿A que duermes en el sofá? - contestó Laura riéndose.

Me acerqué y le di un beso.

-¡Qué asco, papá! ¡Aggggh!

-Cómo se nota que aún eres un enano.

-¡Al menos no soy tan tonto como tú!

¡Niños! ¡Parad o no cuento la historia!

Blanca tenía 12 años pero su madurez estaba por encima de las demás niñas de su edad. En eso también había salido a su madre, como su ardiente temperamento. Madre e hija compartían un carácter fuerte y sagaz, absolutamente nada les intimidaba -salvo las arañas y la oscuridad- y eso me encantaba de Laura, desde el primer momento en que la conocí.

Óliver tenía 7 añitos. Había salido a su padre: futbolero, impaciente y con una gran imaginación (al menos eso nos decían en el colegio). Se parecía a mí físicamente. Era inevitable la comparación cada vez que nos veían juntos aunque no iba a negar que me enorgullecía tener un mini-yo.

Siempre había querido tener 2 hijos, una niña y un niño, y el destino me había sonreído. Siempre estaría agradecido a Dios por estos dos regalos. Cada noche le dedicaba unas palabras de agradecimiento. Todas las gracias del mundo me parecían insuficientes.

-Venga, que empiezo la historia.

Hace exactamente 22 años, vuestra madre y yo íbamos al mismo colegio, pero a diferentes clases. Ambos teníamos 16 años y llevábamos un tiempo saliendo cuando ocurrió lo que os vengo a contar. Ya habíamos pasado los exámenes finales del...

-Fue antes de empezar las exámenes, cariño.

-¿Seguro?

-Al cien por cien.

-Papá, con cariño, pero la memoria de mamá en comparación con la tuya...

-¡Ja, ja, ja! - Laura y Blanca eran la alianza perfecta, sus pensamientos siempre iban a la par.

-Voy a hacer como que no he oído nada... Bueno, tiempo antes de llegar a las semanas de exámenes teníamos una excursión programada por el colegio a la Isla Waiheke.

-En nuestra época, los sitios bonitos siempre eran los destinos de los vaijes, no como ahora que sólo se busca el ocio.

-Os agradeceríamos que os guardarais estos comentarios... No nos interesan...

Le eché una mirada imponente a Blanca, la cual, al percatarse, bajó al suelo la suya.

-La excursión consistía en acampar 3 días en medio del bosque de la Isla, bastante alejados del mar. Toda la comida prácticamente debía ser cocinada, por lo que debíamos hacer fuego. Sí, lo sé, pensaréis que es más una excursión de Boy Scouts que de clase, pero eran otros tiempos...

-Yo, como comprenderéis, no dormía con vuestra madre. Dormía con el tío Alex y con Will, un viejo compañero del que ya no sé nada...

-Con el tío Alex ya es suficiente...

-¡El tío Alex es el mejor!

Alex no era realmente su tío, pero al ser mi mejor amigo y conocerle desde los 3 años, había obtenido el título de ''hermano''.

Alex era bajito, deportista pero no muy musculado. Amaba todos los deportes y el fútbol era su pasión. Creo que es natural obviar con quién se llevaba mejor entre Blanca y Óliver...

-En cuestió, el camping estaba bastante aburrido. Contemplación y espiritualidad todo el día, excepto el último, donde por fin tocaba orientación.

La prueba consistía en llegar desde el bosque al mar con una brújula y un mapa, al punto de partida donde nos había dejado el Ferry. Se iba a hacer por parejas, y podían ser ser mixtas por lo que me planteé ir con María, por el hecho de que con vuestra madre probablemente hubiera acabado a tortas, ya que nunca me da la razón...

-¡Eso no es cierto!

-¿Decías?

Los niños y yo nos reímos aunque sabíamos que sin la razón de Laura, poco tendríamos de familia...

-Sigo... Vuestra madre y yo no pretendíamos ir juntos, pero tanto María como Fiorella (y como otras 6 personas) cayeron enfermas aquejadas de dolor de barriga. No pasó a mayores.
La víspera a la prueba, sentado todo el grupo bajo el atractivo color naranja del fuego, Mónica, una de las monitoras, nos contó una historia que ''había pasado año tras año por boca de profesores'' por lo que ya era tradición, aunque era una historia que ''nunca había sido verificada'':

-''Cuenta la leyenda, que hace alrededor de 600 años este bosque sufrió un terrible incendio. Toda la vegetación se perdió y la isla tenía una apariencia pésima. Los animales morían y las aves huían para evitar el caos.
Pero una noche llovió como nunca antes lo había hecho en la isla, provocando el ''renacimiento'' de toda la vegetación e incluso de nuevas flores. La isla se había convertido en un paraíso y cuenta la leyenda que cada mañaña, en el alba, las flores y los animales se juntaban para dar gracias por esa lluvia que les dio la vida, nunca mejor dicho. También se cuenta que 2 navíos españoles cargados de oro, otros piedras preciosas y otro tesoro desconocido, colisionaron contra la isla debido al temporal, por lo que esos tesoros siguen escondidos en algún lugar de esta isla''

-El que encuentre el oro invita a unas cañas, ¿no? - dijo Jose, otro de los monitores.

Todos nos reímos. Mónica prosiguió:

-Contada ya la historia, mañana a las 7 todos en pie. Nos encontraremos en la playa, no tiene mucha pérdida. Y recordad, las 2 primeras parejas tienen premio. ¡A dormir!

-La noche era fresca, así que antes de irme a dormir, abracé a vuestra madre y le dije en la oreja:

-¡Papá, papá! ¡No nos interesa! - gritaron los niños.

Laura sonreía. Me miró y dijo:

-Vuestro padre simplemente dijo: ''Hasta mañana, cariño. Que descanses y cojas mucha paciencia para mañana''

-¿Era para tanto? En fin, sigo:

Me desperté y me vestí. Había quedado con mamá después del desayuno en el tercer árbol entre nuestras tiendas.

Desayuné sin verla y me dirigí hacia el árbol. Me senté y esperé. No llevaba reloj, pero juraría que vuestra madre tardó 8 horas en llegar...

-Llegué a las 7.15, exagerado, y porque tuve un problema en mi tienda...

-No la sabía desmontar... - susurré a Blanca y a Óliver.

-¡Oye!

-Teníamos todo lo que hacía falta para partir, por lo que salimos hacia donde se veía el mar.

-Yo creo que es para el otro lado.

-¿Estás segura?

-Según el mapa, sí.

-Pues yo creo que te equivocas. Vamos bien.

-¿Sí? Pues luego no quiero que me pidas como volver cuando nos perdamos...

-Hijos, tuvimos esta conversación 7 veces en media hora, hasta que decidí dejar llevar el mando a vuestra madre...

-Hasta hoy, ¿no?

-El mando de la brújula y el mapa, graciositos.

-Es que si lo hubieras llevado tú, seguiríais en el bosque.

-Basta...

Hacia calor y el sol relucía con fuerza. Escaseábamos un poco de agua pero nos habían comentado los monitores que la isla estaba llena de fuentes naturales y que la gran mayoría de ellas llevaban a la playa.

Vuestra madre tampoco sabía hacia donde iba, ese era el gran problema. Tras un largo tiempo caminando, llegamos a una especie de ruinas que acababan en un acantilado, por lo que nos habíamos equivocado.

-No digas nada y deja de reírte. Sígueme.

-Sí, capitana. - le dije entre risas.

Después de caminar otro largo rato, llegamos a un lugar extraño. Los árboles eran más altos que los de otras zonas y se oía un rumor de agua. ¡Un riachuelo, al fin!

-¿Recuerdas que el riachuelo llevaba a la playa? ¿Por qué no bajamos a través de él?

-Me da un poco de miedo... no el camino, sino fiarme de ti.

-Vas conmigo, cariño. - le guiñé el ojo y me contestó girándome la mirada por ''flipado''. Qué vulgar vuestra madre, ¿eh?

-Te estás desviando...

Primero rellenamos las cantimploras de un pequeño que se bifurcaba del riachuelo. Era agua fresquísima. Daba gusto beberla incluso sin sed, tal vez exageraba un poco... tal vez... Debíamos estar por la mitad de aquella ría, pero no se veía ni rastro de la playa, debido a la frondosidad del bosque.

Mientras bajábamos, patiné y me caí. Puse cara de mucho dolor.

-El gracioso de vuestro padre me hizo creer que se había roto algo y me lo hizo pasar fatal, aunque él lo cuenta como una hazaña al haberme engañado.

-¡Choca papá!

A lo que iba: me caí y me hice un poco de sangre en la pierna, con lo que vuestra madre me prestó un pañuelo y me lo ató a la herida.

-Quejándose como una princesita...

-¿Veis ese marco de ahí? Ese es el pañuelo.

-¿En serio? ¡Pero qué asco, papá! No sabía que ese pañuelo tenía esa historia...

-Shhhhhh.

Seguimos bajando río abajo hasta que llegamos a un punto en el que teníamos dos opciones. Mamá decía derecha, y yo, asombrosamente, también. Seguimos con nuestro camino.

La caminata por la derecha daba a un sitio precioso. Todo estaba lleno de flores y de árboles verdes que alumbraban el lugar por sí solos. Nos quedamos sin habla ante la majestuosidad del paisaje. Decidimos sentarnos y descansar, ya nos daba igual el premio por llegar primeros a la playa.

Se oían pájaros, el soplo de la brisa y un rumor de agua de nuevo, pero sonaba diferente al del riachuelo. Nos intrigaba. Decidimos seguir hacia adelante. A cada paso que dábamos el estruendo del agua era mayor.

Nos paramos cuando los árboles nos descubrieron la causa del estruendo. No podía ser. Era una cascada. Una cascada de unos 4-5 metros que caía sobre un lago también de medidas pequeñas.

-¿Bajamos?

-¿Cómo?

-Sígueme.

Cogí a tu madre de la mano y bajamos a través de las plantas con cuidado. La cascada creaba una cortina de agua que tapaba una entrada a ella, una especie de cavidad. Nos adentramos tras el velo del agua, empapándonos, a lo que vuestra madre me dirigió unas palabras no muy agradables...

-¿Quieres entrar?

-Ni de broma. Está oscuro y seguro que lleno de arañas.

-Va, que probablemente no volvamos.

Seguíamos mojándonos debido a la brisa, que empujaba el agua hacia nosotros, en una plataforma natural de piedra creada bajo aquel salto de agua, así que tomé de la mano a vuestra madre y la metí conmigo en la cueva.

-Yo llevaba los ojos cerrados, tenía mucho miedo... Vuestro padre me guíaba.

-Mala elección, mamá. ¡Ja, ja, ja!

Seguimos avanzando y de algún rincón de aquel claustrofóbico lugar entraban halos de luz que iluminaban a destellos la oscuridad.

-Abre los ojos, ya no está oscuro.

-Dios mío... es... es preciosa...

La cueva estaba llena de estalagmitas y estalagtitas y se bifurcaba en varios caminos.

-¡Ven aquí, corre, ven!

Trozos de madera ya en estado de descomposición se encontraban flotando en el agua, agua que hacía rato que nos cubría más del tobillo.

Las tablas no se hallaban ahí porque sí. A menos de dos metros se hallaba la cubierta de lo que parecía una barca. Era uno de los navíos, un barco de vela cuya base era lo único que se conservaba.

-¿Y si encontramos el tesoro? ¿Y si la historia de verdad?

Al acercarnos un poco más, vimos una pequeña inscripción en el barco, que decía tal que así:

'Stacey and Joe were here. The gold and the silver are ours. 07/06/83''

Habían pasado 15 años y probablemente éramos los segundos que habíamos llegado a esa cueva, a ese mismo lugar. Decicidimos seguir hacia adelante, hacia donde corría el agua, que a cada paso estaba más fría.

Tras caminar unos metros más, la cueva volvía a tener dos opciones de paso. Una de ellas estaba ligeramente más iluminada por lo que decidimos tirar hacia ese lado. Aun así, era complicado vislumbrar algo. Paso a paso avanzábamos. Algo me golpeó la rodilla, justamente donde la herida.

-¡Ay!

-¿Qué pasa? No me asustes.

-Algo me ha dado en la pierna.

Nuestros ojos empezaban a acostumbrarse a la oscuridad. Era otro trozo de madera.

-¡El segundo navío, mira Jack, el segundo navío!

En esta parte el agua era menos profunda.

-¿Cómo pueden haber llegado aquí? El temporal debió ser brutal.

Al acercarme y dar un rodeo por él, pensé que quizás no debería haberlo hecho. Había dos sacos de huesos en claro estado de descomposición. No cabía duda. La leyenda de los navíos era cierta, pero el oro y la plata ya no iban a pertenecernos.

-¿Sabes qué? No cambio nuestra aventura por todo el oro y la plata del mundo.

Esa frase de vuestra madre valía más que cualquier tesoro. Vuestra madre fue el tesoro.

-Laura, ven aquí, ¡corre!

Teníamos miedo los dos. No era muy agradable la imagen de aquellos supuestos marineros. Pasamos de largo y seguimos investigando el navío.

-Jack, mira esto.

Era un cofre. Una caja, también en mal estado. No pesaba gran cosa por lo que supusimos que alguien ya habría cogido el contenido.

-Ábrelo.

Me temblaban las manos.

-Abrámoslo a la vez.

Nos colocamos donde la luz era más fuerte y abrimos el misterioso cofre, que nadie sabía que contenía según la famosa leyenda. Lo abrimos y ninguno de los dos pudo mostrar indiferencia.

Era una botella de cristal, una de esas botellas que contiene un barquito dentro. Pero esta era especial, el soporte que debería aguantar un barquito, sujetaba una hermosa rosa en perfecto estado, y, a modo de tapó, había un pergamino que atravesaba cuidadosamente la botella. Lo desplegué y lo leí:

''Si a alguien esta rosa puedes entregar,
ese es el tesoro que mejor debes guardar''

Me giré hacia vuestra madre y le ofrecí la botella:

-Tú eres mi mayor tesoro.

-Joé, papá. Eres un romántico de los que ya no quedan.

-Vuestra madre, a pesar de que la oscuridad no me dejaba verla con mucha claridad, estaba roja como un tomate.

Decidimos inmortalizar el momento con una inscripción en el segundo navío con la navaja que a todos nos había sido otorgada al inicio de la prueba.

-¿Qué pusisteis en la inscripción? - preguntó Blanca.

-Es un secreto que guarda esa cueva.

-¡Mamá, cuéntanoslo!

-El silencio hace que el recuerdo sea aún más especial- dijo guiñando el ojo.

Estábamos cogidos de la mano. Así proseguía la historia. La cueva ya no era accesible por ningún otro lado así que salimos y al salir de esta, unos pasos más adelante, nos dimos cuenta de que estábamos en uno de los puntos más altos de la isla, y desde allí se veía la playa, ya con algunas de las parejas. Descendimos al punto de quedada y para nuestra sorpresa, no fuimos los últimos.

-Aquí llega otra pareja. ¿Traéis el oro y la plata?

Nos reímos todos y nos sentamos a esperar a las demás parejas. En breves zarparíamos de nuevo a Sidney.

-Sentíos afortunados y no se lo contéis a nadie. Es el secreto de familia, nuestro secreto. Hale, todos a la cama que es tarde. 

-Mamá,¿me dirás que ponía la inscripción?

-Blanca, a dormir...

Los niños charlaban entre ellos mientras subían a sus cuartos.

-¿Tú crees que es verdad? - decía susurrando Óliver.

-No te creas ni una palabra, nos tratan como si fuésemos bebés. - le respondió Blanca.

Cuando dejamos de oír voces, me levanté del sofá y descolgué el marco del pañuelo. Laura metió la mano en la cavidad y sacó la botella. Nos la quedamos mirando. ¿Qué misterio debía tener esa rosa para conservarse en perfecto estado en las condiciones que fueran y pasara el tiempo que pasara? La eterna duda. Mirarla era revivir todos aquellos recuerdos. Nos miramos y dijimos al unísono:

- Nuestro secreto.






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