Cambio de planes


El mensaje era claro, conciso, breve y letal: no insistas, decía. Había advertido en ella un cierto vacile al acabar la frase, una pícara sonrisa que dejaba al descubierto, tras el velo, más de lo que ella hubiera deseado. Puede besar a la novia, escuchó. Él, ataviado con el smoking de las citas importantes, la tomó en brazos tras el beso y salió corriendo en dirección a la puerta: ¡Nos vamos a París! Ella no dejaba de sonreír pensando en su falta de cordura. Pero después de todo, era imposible decir que no.


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