Para escribir una novela, lo más importante es
crear a su personaje principal, al protagonista, o la, en caso de que sea
fémina. Pero en este caso, será de sexo masculino.
¿Qué edad va a tener? ¿Profesión? ¿Aspecto
físico? ¿Estado civil? ¿Y los rasgos de personalidad? ¿Un maniático? ¿Un tipo
serio? Son tantas las preguntas necesarias para caracterizar al héroe o al
villano de la historia... Que empiece el juego:
Un tipo de edad va a ser el elegido. Más cerca de
los cuarenta que de los cincuenta, mmm… cuarenta y dos años, por ejemplo. Se
dedica a la docencia. Es profesor en una universidad pública desde hace ya más
de diez años, donde ya tiene forjada una buena reputación. Aparenta, a primera
vista, un pelo sano e irreductible. Sin embargo, a segunda vista, e indagando
un poco más en su cabellera, se encontrarán con una calva que deja poco a la
imaginación en lo que a su porvenir se refiere.
Unos kilos de más, probablemente debidos a la
cerveza, se atrincheran en su barriga. A pesar de ello, son disimulados por su
metro ochenta y cinco. Su nariz tiene tamaño suficiente para ser objeto de
burla por parte de Quevedo. Los ojos, marrones apagados, le dan un semblante
triste. Del labio superior apenas restan unos milímetros de vida. Tiene la cara
alargada, de tez blanca tirando a pálida y con pecas sólo en el lado derecho
del rostro.
Viste informal. Una americana deportiva beige mal
combinada con los vaqueros azul desteñido que porta y unos zapatos que si su
madre viera, tiraría a la basura sin titubear. Lo que nos lleva a su siguiente
información: vive solo.
Agrupando todos estos rasgos, está de más decir
que nuestro hombre está soltero. Pero eso sí, también cerrado a experiencias
amorosas; ya tuvo suficiente en el pasado.
No tiene manías, salvo morderse las uñas cuando
está nervioso. Le gusta quedar con los amigos en el bar de siempre, el
O’Donnell, y a su vez, aborrece las discotecas y sus ambientes juveniles. ‘’Ya
no tengo edad para eso’’ suele pensar. Todos, o casi todos, los viernes vuelve
a casa borracho. La soledad es su peor enemiga. Camina taciturno y de capa
caída, como si le pesara la vida e hiciera esfuerzos por seguir llevándola a
rastras.
Cuando el silencio llama a su puerta, tiene dejes
de locura. Su mente le recuerda cuán solo está y le fustiga con ello con
pensamientos que le afloran al ritmo de una melodía adagio. Siente ganas de matar, de asesinar, para así liberar toda
la rabia que produce contra sí mismo su propia cabeza. A veces piensa que si
fuera neurocientífico inventaría una pastilla que adormilara tu subconsciente y
tu mente pero que te dejara activo, con ideas mundanas y sin relevancia.
Ustedes ya deberían poder imaginar a nuestro
person… Esperen, nos falta darle una identidad: Alfonso Azaña Pizarro. Trayendo
a colación su apellido, debe ser mencionado que es profesor de Historia, a
pesar de no tener nada que ver con el presidente por todos conocido.
Prosigo, cuando ustedes ya pueden imaginarse a
Alfonso, se le debe asignar una labor, una función dentro de la narración de
los hechos que de verdad le convierta en el protagonista. ¿Y si cogemos los
brotes psicóticos de su soledad en lo que se le invaden pensamientos de acabar
con la vida de alguien? Lector, imagínelo, hágalo real. Imagíneselo en su
habitación, mientras lee esto. Perciba sus ganas de matar, huela la rabia. Se
puede palpar con los dedos el hedor a asesino. Yo ya le oigo respirar tras de
mí. Escucho pasos y, de pronto, siento su respiración en la nuca. Es tan real
que tengo la sensación de que si me giro, ahí va a estar, con un cuchillo de
veintidós centímetros, de carnicero, a punto de convertirme en alimento para
los leones. La respiración, el olor a alcohol que me atisbaba el cuello, se aparta
pero noto la aproximación del metal cortante a mi sien. Me está acariciando con
él, buscando el mejor lugar para la primera incisión. Es tan versemblante que
hasta cierto miedo se está apoderando de mí. Incluso le escucho decir:
‘’Despídete de tu historia’’ mientras me golpean con fuerza en la cara los 37,5
grados del Vodka. Ha encontrado el punto donde más sangre confluye de mi cuello
y deduzco su movimiento del brazo tomando carrerilla. Ya no hay forma humana de
frenarlo. En unos segundos, descubrirán ustedes cómo sesga la primera
cuchillada y tendremos una descripción tan verídica que
You bastard.... quién te ha enseñado a escribir así?!!!
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